El metal oaxqueño, hecho de bronce. Foto: El Dañado |
El Dañado
El diez de junio del 2011 La Nöpalera vio la luz en medio de un turbio nacimiento. La idea original de realizar una propuesta diferente en cuanto a medios de comunicación se refiere, y con la única intensión de dar a conocer lo que las bandas oaxaqueñas crean, se vio desmembrada por falta de compromiso de muchos de sus iniciadores.
El diez de junio del 2011 La Nöpalera vio la luz en medio de un turbio nacimiento. La idea original de realizar una propuesta diferente en cuanto a medios de comunicación se refiere, y con la única intensión de dar a conocer lo que las bandas oaxaqueñas crean, se vio desmembrada por falta de compromiso de muchos de sus iniciadores.
Hoy, a poco más de un año de esa responsabilidad, la de
fomentar el metal hecho en Oaxaca, La Nöpalera reitera ese cometido y gracias a
la fe de la banda, de la raza, de la nopalera, sigue en pie de lucha, la lucha
cotidiana de quienes en su cuarto, cochera o lugar de mayor preferencia,
encienden el amplificador y estriden
guitarrazos, sumbean bajos profundos,
golpean con verdadera furia los tambores o desgarran la garganta para hacer
aquello que más nos gusta: el heavy metal.
Una vez alguien dijo que no había mejor manera de dar a
conocer el sentir de las bandas que hacerlo quien ya ha estado en un
escenario. El cometido se hizo y la compresión ha sido evidente. La Nöpalera ha
servido para ser el enlace entre las propias bandas, de ser partícipes de un foro en la red y de saber que ellos, los diferentes grupos, son importantes por
el simple hecho de crear, de hacer música.
“Juramos por el rock que la música unirá y divertirá a
todos los jóvenes del planeta”, versa una cita de los germanos Helloween. Y así
es, la música, la más bella y sensible de todas las bellas artes, ha sido la unión
de la banda, de esa nopalera oaxaqueña que ha andado por un camino lleno de
espinas, piedras y demás obstáculos; la de Oaxaca, es meramente una raza hecha
de bronce, aguantadora y llena de esperanza para creer en su propia fuerza.
Han sido cientos de bandas las que han llenado el corazón
oaxaqueño; la semilla que sembraron gente tan mítica como los desparecidos Cuero y Metal y Ramsés, u otros de más reciente creación como Blemish o Nahual, han
hecho que la escena subterránea zapoteca tenga hoy el gozo de mayores carteles,
tocadas y conciertos.
Antaño prácticamente sólo esta ciudad capital era centro
ceremonial de la escena y hoy es grato contar con decenas de grupos y ambientes
propios en regiones como en el Istmo de Tehuantepec, la Cuenca del Papaloápan y
con mayor arraigo en la Mixteca, prácticamente hoy la nueva metrópoli del metal
oaxaqueño. De los Valles, Zimatlán y Ocotlán, los distritos con mayores
aportes, al igual que la frontera con la Sierra Sur, en especifico Miahuatlán.
En efecto hace mayor responsabilidad de la propia banda
en los grandes conciertos que han originado que la capital oaxaqueña prácticamente
esté vetada de todo gran espectáculo, pero como en todo, hay evolución y desde
esta redacción no cabe duda que el valle zapoteca volverá a ser centro de atención.
Lo que reinició como un proyecto prácticamente personal,
fue adquiriendo inquietud de otros y con orgullo hoy La Nöpalera puede presumir
de gente fuera de los renglones, de la redacción, gente que ha creído en el
proyecto y que se ha sumado por considerar positivo el promover lo hecho con
manufactura oaxaqueña.
Igualmente se adhirieron escribanos que en cada tocada
está con pluma y papel en mano escribiendo parte de la historia del metal
oaxaqueño, para posteriormente direccionarlo al portal, al blog de los
metaleros oaxaqueños.
Gracias a todos y todas quienes han hecho del metal oaxaqueño
una razón para que este siga existiendo. Gracias a los músicos oaxaqueños por
crear, por tener fe en sí mismos, por recordarle al resto de la república que
lo hecho aquí, está bien hecho. Gracias a los colaboradores de La Nöpalera, a
sus dos columnistas, uno de ellos desde el Distrito Federal. Gracias a quienes
nos han permitido cubrir los diferentes conciertos locales y vamos por más, a
traspasar fronteras.
Gracias a ese suplemento semanal llamado Pueblo Fonky, hoy extinto, donde nació el concepto de la nopalera, sinónimo de raza, banda, pero con autenticad,
con sello propio oaxaqueño.
Gracias a quienes nos concedieron entrevistas, a quienes nos
regalaron poses para la lente y a quienes han hecho de La Nöpalerala un lema
con vida: Todo el metal zapoteca.
Eternos
agradecimientos a Coco Metal (redacción), Ramlag y Dragar Ciavid (columnas),
Crimi (staff primer aniversario) y a quienes ya no están, pero fueron parte
importante en su desarrollo: Rigel, Adrián Girón (redacción) y Adriana Chávez
(video).
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